Entre las 26 películas que dirigió Fernando Fernán Gómez a lo largo de su larga trayectoria, hay unas cuantas, más de las que seguramente él habría deseado, que se pueden considerar encargos o simples productos alimenticios. Son sus películas más olvidadas, incluso las más maltratadas por la crítica. Es cine, en muchos casos, realizado a disgusto, sin ganas. Pero incluso en este grupo, donde se puede enmarcar casi la mitad de las que dirigió, hay grandes diferencias. Para esta conferencia en la que, como diría el propio Fernán Gómez, me ha tocado bailar con la más fea, he escogido ocho títulos que me parece merecen una revisión, o por lo menos una mirada con ojos nuevos, sin prejuicios añadidos. Son películas rodadas entre 1956 y 1971, dos fechas importantes en su vida y en su carrera, las ocho corresponden a los años que compartió con Analía Gadé. Una época feliz en un primer tramo, 1956- 1965, muy dura en el segundo y último tramo, 1966-1971.
Tener una idea de su vida es imprescindible para entender este periodo, pero también hace falta contextualizarlo en lo que pasaba en España en esos momentos. En 1956, cuando realiza El malvado Carabel, tuvieron lugar las famosas Conversaciones de Salamanca que dieron un vuelco al cine español; la fecha de 1971 que he escogido para cerrar este periodo, también es significativa. A finales de 1970 se celebra el Juicio de Burgos y la lucha antifranquista se extiende, incluso en los ambientes culturales y cinematográficos de los que Fernán Gómez no era ajeno.
En estos primeros años de su carrera como director, Fernán Gómez no rechazaba los encargos porque le gustaban las cosas que le proponían. Más tarde, a mediados de los sesenta y con la decepción de los dos grandes fracasos de sus obras maestras, El mundo sigue y El extraño viaje, no los rechazaba porque necesitaba trabajar. Por eso estas ocho películas se pueden dividir en dos grupos: las que le gustaban: El malvado Carabel, Solo para hombres, La venganza de Don Mendo, Ninette y un señor de Murcia. Y las que no le gustaban o le gustaban menos: Los palomos, Mayores con reparos, Crimen imperfecto, Como casarse en siete días. (En este blog recordaré solo las cuatro primeras, en la conferencia de El Escorial, hablaba de todas.)
Fernán Gómez irrumpe en 1956 con una adaptación de la novela de Wenceslao Fernández Flores, El malvado Carabel, el mismo año que se encuentra con Analía Gadé en el rodaje de Viaje de novios de León Klimowski. Fernán Gómez conoció a Wenceslao Fernández Flores cuando participó en El destino se disculpa, de Sáenz de Heredia, en 1945. Crítico con la República, el escritor gallego convivió con el franquismo no sin ciertas contradicciones. De talante liberal, nunca fue bien visto ni por las izquierdas que le acusaban de adicto al régimen, ni por la cultura oficial a la que no le gustaba la mayoría de sus ideas. En palabras de Fernán Gómez, gran admirador de él y su literatura, Wenceslao Fernández Flores “era un autor de derechas con ideas de izquierdas.”…
Después de realizar el díptico de las dos vidas, Fernán Gómez volvió su mirada hacia el teatro popular de Miguel Mihura, adaptando Sublime decisión, obra estrenada en el teatro en abril de 1955, bajo el título de Solo para hombres, con Analía Gadé y él mismo como protagonistas. La película empieza con un recurso cinematográfico que utilizó en muchas de sus películas: dirigirse al público directamente para situarlo en el contexto. En este caso contarles la historia de la sublime decisión de Florita, una señorita del Madrid de 1895 que decide trabajar en lugar de casarse, poniendo en evidencia a sus compañeros de la oficina de Obras Públicas, ejemplos perfectos del funcionario vago e inútil que La Codorniz dibujaba en La oficina siniestra…. La verdad es que sin ser, ni pretenderlo, una película feminista, Solo para hombres no deja de tener una actualidad prolongada en el tiempo, tanto en la España de principios de siglo que retrata la película, como en la de los años cincuenta cuando se rueda o incluso ahora mismo en que, a pesar de los muchos avances en las conquistas laborales de la mujer, sigue habiendo un comportamiento muy machista en muchos sentidos y sobre todo, una desigualdad salarial inaceptable en pleno siglo XXI. Al margen de la ingenuidad de algunos de sus gags, Solo para hombres sigue siendo una película con muchas cosas que funcionan y en la filmografía de Fernán Gómez se puede colocar como una precuela de su díptico sobre la Vida, por delante y alrededor. En el fondo, Florita y Pablo podían ser los abuelos de Antonio y Josefina, con parecidos problemas y dificultades frente al mundo.
Un año después de Solo para hombres, Fernán Gómez se embarca en un proyecto que podemos calificar de delirante: la adaptación de la obra de teatro La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca. Primero dudó, pero aceptó el reto. Lo explica muy bien en El tiempo amarillo. “La eficacia cómica de La venganza de don Mendo seguía estando vigente. Creo que esta eficacia, este éxito de la obra ante los públicos de este siglo, tiene su origen en el odio, el aborrecimiento que siente el público normal hacia nuestro teatro clásico. Odio que les viene a unos de no haber ido al colegio y no haberse enterado de en qué consiste y a otros de sí haber ido y sí haberse enterado.” Estrenada a finales de 1962, la película fue un gran éxito que sorprendió al mismo Fernán Gómez. No hay una explicación clara para este éxito. Reírse de lo que se consideraba teatro serio, puede ser una causa, pero la película también conectó con un público joven a través de los números musicales que recuerdan a los de Escala en Hi Fi, un popular programa de la televisión en 1961. Muchos críticos cargaron contra la película por motivos extra cinematográficos, (la figura de Muñoz Seca, fusilado en 1936 en Paracuellos, no estaba bien vista entre la izquierda)... Pero lo mejor fue el público que cayó rendido, como la reina Berenguela, Magdalena y Azofaifa, ante el apuesto trovador con sus largas melenas rubias, una de las caracterizaciones que más han divertido a Fernán Gómez. Vista ahora, La venganza de don Mendo tiene la gracia de ser un producto kitsch, absolutamente encantador en su inocencia transgresora.
Entre La venganza de don Mendo de 1961 y Ninette y un señor de Murcia, de 1965, no solo pasan cuatro años, pasa una vida entera para Fernán Gómez. Es en esos años cuando dirige las que se consideran sus dos mejores películas: El mundo sigue, en 1963 y El extraño viaje, en 1964. Fernán Gómez llega a Ninette, su segundo Mihura, muy decepcionado por el doble fracaso de las dos películas que ni siquiera se han estrenado, y por el principio del fin de su relación con Analia Gadé…. Estos dos hechos se aprecian en cierta melancolía y tristeza que recorre la comedia de Miguel Mihura. Ninette y un señor de Murcia, no es una de las mejores películas de Fernán Gómez, pero si es una buena comedia nacida de un encargo al que se prestó con ganas por el respeto que le tenía a Miguel Mihura. (Escribí el texto de la conferencia durante el confinamiento del año pasado y he de reconocer que me sentí muy cerca de Andrés, el señor de Murcia “confinado” en un piso de París del que no consigue salir en ningún momento).
Acabo este pequeño homenaje a Fernán Gómez con la frase que cerraba esa conferencia “no nata”: “Yo le tenía mucho respeto a Fernán Gómez, como actor, como director y como persona. Pero después de volver a ver o incluso descubrir por primera vez estas películas alimenticias, además le he cogido mucho cariño. No hay nada mejor que ver cómo se las ingenia alguien inteligente para sobrevivir en medio de la mediocridad para animarme y animarnos a superar nuestra propia realidad.”
En FlixOlé se pueden ver estas y otras muchas películas de Fernán Gómez.