Ha costado, pero por fin el pasado 21 de enero el cantante bilbaíno Pablo Ríos pudo actuar en la emblemática sala Juglar de Lavapiés. Un momento casi catártico pues, recordemos, el artista tuvo que cancelar en 2020 con motivo del estado de alarma un concierto que tenía allí programado para presentar, el título ya era un indicativo de lo que estaba por pasar, El amor en tiempo de virus.
Casi tres años después vuelve con un nuevo libro-disco, La nueva normalidad, compuesto por 10 canciones que buscan ser un diario íntimo de los tiempos que vivimos y en el que se vuelve a cuestionar los pilares de nuestra sociedad. No hace falta decir que el disco se ha convertido en todo un fenómeno indie y que temas como Entre las lagrimas y las sonrisas está en trámites de convertirse en uno de los grandes éxitos de su carrera.
Bajo el calor de toda su familia (sus padres estaban muy emocionados en primera fila) saltaba al escenario de la sala el Juglar el cantante vasco sobre las 21:30. Desde los primeros compases quedó claro que Pablo Ríos es una arista diferente, con forma de moverse y cantar muy particulares. Su música también lo es, con unas letras muy ácidas y personales pensadas para romper la pista.
Durante el concierto pudimos disfrutar de gran parte de su repertorio, con canciones que empiezan a ser muy reconocidos y grandes bombazos como Tus artista porno favoritos, Ahora quiero ser tu perro, Mecagüen el Puto Reggaeton o la muy famosa Entre las lagrimas y las sonrisas. Temas muy bailables que bajo una base electrónica son un auténtico disfrute para danzar y dejarse llevar. Algo que Pablo Ríos sabe y que demuestra con unos bailes frenéticos que, combinados con una irresistible camisa, nos llevan a una fiesta de lo más psicodélica. En palabras del propio autor se trata de hits bailables rompe pistas que traen a la memoria a Alaska, Rigoberta Bandini o Joe Crepúsculo.
En definitiva, una noche muy divertida en la que se pudo bailar, beber y disfrutar de Pablo Ríos. Se pareció mucho a la antigua normalidad.