Un estudio de Sarah M. Coyne titulado Pretty as Princess (Bonita como princesa) y publicado por la Universidad de Bringham Young, examina los efectos de la perversa “cultura de la princesa” que gira en torno de la marca de las Princesas Disney, llegando a la conclusión de que no es algo seguro para las niñas como los padres suponen.
“Sabemos que las niñas que se adhieren fuertemente a los estereotipos del género femenino sienten que no pueden hacer algunas cosas. No tienen mucha confianza en que puedan ser buenas en matemáticas o ciencias. No les gusta ensuciarse, no les gusta mucho experimentar con las cosas”, dijo Coyne.
Coney basó sus resultados en el estudio de 200 niños en edad preescolar, niños y niñas, para ver qué tan afectados se encuentran por el material de las princesas de Disney.
El estudio, además, mostró que las niñas con problemas de autoestima corporal son más propensas a estar “comprometidas con las princesas Disney a través del tiempo”. Según Coyne: “Las princesas Disney representan uno de los primeros ejemplos de la exposición a un ideal de delgadez. Como mujeres, tenemos ese ideal presente a lo largo de nuestras vidas, y realmente comienza en el nivel de las princesas, a la edad de 3 o 4 años”.
Coney también habló de su apoyo a las protestas del 2013 en contra de la versión “glam” de Merida, la protagonista de la película de Disney, Valiente,en las que se pidió a la compañía que rediseñaran la imagen de la princesa escocesa. “Me enloquece cuando existe una princesa que no tiene un estereotipo de género, como Merida en Brave. Llevé a mi hija a verla y después tuvimos una conversación acerca de lo fuerte, valiente e independiente que Merida era en la película. Y entonces aparece el marketing, la adelgazaron, la sexualizaron, le quitaron el arco y las flechas, le pusieron maquillaje, la feminizaron”.
Disney estrenó su marca de las princesas en el 2000, a través de la venta de juguetes, juegos, figuras y varios accesorios de moda, lo que ha representado un beneficio de 5 mil 500 millones de dólares para la compañía. Sin embargo, ha sido criticada de forma constante a partir del célebre artículo de 2006, escrito por Peggy Orenstein y publicado por el New York Times, What’s Wrong with Cinderella? (¿Qué está mal con Cenicienta?).