Treinta y tres años después de que Azul ganara el León de Oro en el Festival de Venecia y se estrenara en las salas de cine españolas donde la vieron 600.000 espectadores vuelve a las pantallas la obra maestra de Krzysztof Kieslowski con la romántica intención de que algunos vuelvan a disfrutar de ella y otros la puedan ver por primera vez en una sala de cine.
Un sinfín de pequeñas historias sustenta y ornamenta la arquitectura de estos Tres colores (1993-1994). Todo a la sombra de una bandera tricolor tan repleta de significados que sólo un perfil de la talla de Kieslowski podía armar una trilogía tan compleja y convertirse en una obra maestra.
Mientras dirigía Blanco el cineasta se encargaba del montaje de Azul y de escribir el guion de Rojo. De este modo el entramado de puentes que conectan los tres trabajos como si fuesen un mismo sistema nervioso va más allá de lo que vemos en pantalla. Kieslowski impregnó cada una de las películas del proceso de confección de las otras dos.
Liberté: El azul. Julie (Juliette Binoche) pierde a su familia en un accidente de coche. De un brusco desgarro, la mujer de uno de los compositores más importantes de la actualidad se encuentra sola, sin ataduras y, por lo tanto, libre. Kieslowski reflexiona sobre el precio que tenemos que pagar para lograr una meta tan ansiada por el ser humano como es la libertad.
Égalité: El blanco. “Esta es una historia sobre la negación de la igualdad. El concepto de igualdad sugiere que todos somos iguales. Sin embargo, yo creo que esto no es cierto. Nadie quiere ser el igual de su próximo. Cada uno quiere ser más igual”. Kieslowski, con sus propias palabras, resume el espíritu de la historia de un inmigrante polaco que no logra retener el sueño de la Europa occidental (esto es, de su mujer francesa) y debe volver a su país de origen. Allí, en una Varsovia que se asoma al capitalismo salvaje, deberá buscar nuevas vías de conseguir su objetivo de abrazar el capitalismo occidental, donde la igualdad es un concepto tan popular como cuestionable.
Fraternité: El rojo. Valentine, el juez Kern y Auguste son tres extraños que van a cruzar sus caminos aunque aún no lo sepan. La ciudad de Ginebra se abre como un entramado de relaciones donde la fraternidad puede mover montañas (Valentine y el juez) o agarrotarse en la garganta como un trago amargo (el novio celoso de la protagonista). Kieslowski sitúa la acción en un país como Suiza, donde diferentes comunidades culturales y religiosas conviven con relativa placidez, y dota al color rojo del calor del amor y de la vida.
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