“Arránquese el corazón y tome asiento”: la alienación extrema de Contracciones en el Teatro Pavón
Autor: Mike Bartlett (versión de Jorge Kent)
Dirección: Israel Solà
Intérpretes: Candela Peña y Pilar Castro
Teatro Pavón: del 25 de enero al 16 de marzo de 2023
Horario: de miércoles a sábado: 19:00 h.; domingos a las 18:00 h.
Marta Olivas
¿Y si la empresa en la que trabajas determinara tu vida personal? ¿Y si, para conservar tu trabajo en estos tiempos de inflación desbocados, tuvieras que renunciar a lo que más te importa? ¿Hasta dónde pueden llegar las grandes corporaciones para asegurar la productividad de sus empleados? Estas son algunas de las preguntas que plantea Contracciones, la obra del dramaturgo inglés Mike Bartlett que llega al Teatro Pavón de con dirección de Israel Solá y las interpretaciones de Candela Peña y Pilar Castro como protagonistas y grandes reclamos del montaje.
A partir de la historia de Emma (Candela Peña), empleada en el departamento de ventas de una gran empresa será interrogada por su jefa (Pilar Castro) sobre su relación con un compañero. Lo que, en un primer momento, da lugar a un intercambio cómico para el público que asiste como testigo, irá escalando de manera paulatina hacia una situación asfixiante que acaba por convertirse en tragedia durante la última parte del espectáculo. El mensaje que plantea el texto es potente y apela directamente al público.
Como ha confesado la propia Candela Peña en varias entrevistas, el texto es una «distopía laboral» que no sería aventurada en un futuro próximo desde esta época deteambuilding y afterworky que, sobre todo, nos invita a reflexionar sobre los límites actuales entre lo laboral y lo privado –recordemos las cláusulas existentes en muchos contratos que imposibilitan las relaciones afectivas entre trabajadores– y el dilema que se le presenta a aquellos que han de elegir entre el trabajo o el amor. No obstante, a pesar de la potencia del mensaje, este no consigue traspasar la cuarta pared, quizá por resultar demasiado hiperbólico y excesivo.
A pesar de la pasión desbordante en algunas escenas por parte de Emma, el montaje se antoja algo distanciado, casi de manera brechtiana; quizá para fomentar la reflexión y el análisis sobre lo expuesto. A esta distancia contribuye un tercer personaje que, además de configurar la disposición de escenografía entre las distintas secuencias en que se divide la propuesta, subraya la idea de «entidad» que representa La Jefa: lo impersonal, lo impoluto, lo limpio, lo plastificado, lo anónimo…y que representa la antítesis de Emma, un personaje pasional, dolida, sucio… y muy humano que termina sucumbiendo a la alienación para poder siquiera sobrevivir.
Castro y Peña responden, como no podía ser de otra forma tratándose de dos actrices como ellas, con solvencia interpretativa a este enfrentamiento individuo- corporación sobre el que asienta el drama. Sin duda, su labor es lo mejor del espectáculo y, en algunos momentos, lo salva de la excesiva frialdad, aunque uno tiene la sensación de que ambas parecen estar a medio gas. La escenografía de Bibiana Puigdefàbregas y la iluminación de Rodrigo Ortega son correctas, aunque parecen algo «anticuadas» para el contexto que plantea la propuesta. Algo semejante ocurre con la música de Guillem Rodríguez, cuya intensidad y ritmo aumentan acompañando a la escalada de terror de la historia, pero resulta inane.
A pesar de sus debilidades, merece la pena acercarse al Pavón para disfrutar de dos actrices que, si hubiera o hubiese justicia en el Mundo, podrían llevar a cabo ese proyecto de serie del que Peña ha hablado en varias ocasiones y, así, reflexionar con ellas sobre el papel que el trabajo desempeña en nuestras vidas. Si se consigue que algún espectador deje de reír los chistes malos al jefe, no asista más a las cañas de los jueves con los “pesados de ventas” o se anime por fin a declararse independientemente de contratos y cláusulas habrá merecido la pena.