Redacción
4 de abril de 2019, 19:01
Firmado por Núria Vidal
Se ha muerto Agnès Varda. Me ha entristecido la noticia. Aunque en realidad no debería estar triste. Agnès Varda ha vivido hasta los 90 años haciendo lo que más le gustaba: filmar y hacer cine en todas sus variantes, conocer gente de todo tipo, tener curiosidad y ganas de saber más cosas. Ha sido una vida plena, feliz, disfrutada. Nos deja un legado extraordinario, un puñado de films inclasificables que solo se pueden entender como el “Genero Varda”. Era una mujer deliciosa, brillante, con mucho humor y muy inteligente. Tuve la suerte de entrevistarla dos veces para el programa de Jaume Figueras Cinema3. Fueron dos entrevistas estupendas. La primera en la Mostra de Venecia del año 1985 donde ganó el León de Oro con Sin techo ni ley.
Hicimos una larga entrevista (entonces se podían hacer largas entrevistas) con ella y con Sandrine Bonnaire. Para estar acorde con el film, las llevamos al otro lado del canal, debajo de un puente que hacía más verosímil la entrevista sobre una vagabunda y nos divertimos mucho con ellas sentados todos por el suelo húmedo de los bordes del canal. Tres años después la encontré en el Festival de Berlín donde presentaba el díptico Jane B par Agnès V y Kung-fu Master, que habían perpetrado al alimón ella y Jane Birkin. También en esa ocasión hicimos una entrevista a dos voces con dos mujeres extraordinarias. Ya sabíamos que a Agnès Varda le gustaba situar sus encuentros en los sitios más insólitos. En ese caso filmamos en la cafetería del hotel mientras desayunaban, en el hall, y en plena calle, a pesar de la lluvia y el frío. Ese era su estilo, un estilo de vida y de hacer cine que la distinguía del resto de los directores de su tiempo (y de todos los tiempos).
De esa larga entrevista extraigo algunas frases que me sirven para recordarla:
-Siempre he intentado trabajar sin dormirme. El cine es un medio de expresión, tan vasto, tan grande, que me sorprende a mí misma que se siga pensando que sólo puede ser cine una historia convencional, con un guión cerrado, un actor principal y unos decorados. Yo rompo con esta regla constantemente.
- A mi me gusta hacer cosas extraordinarias, es decir, fuera de lo ordinario.
-A los pintores, cuando llegan a una cierta edad no les importa mucho quedar bien. Hacen lo que quieren. Yo no quiero ser inmodesta, pero he seguido su ejemplo. Picasso tomaba algo que ya existía, como yo con Jane, y hacía con ello algo original. La diferencia enorme con la pintura es que yo hago cine y el cine es un arte de diálogo.
Mientras escribía estos recuerdos me he dado cuenta de que en las dos ocasiones entrevistamos a Agnès Varda acompañada de una actriz. No es una casualidad, Varda entendía el cine como un arte colectivo, hecho con muchas manos, incluso con alguna patita almohadillada de su gato Tamaris, pero no una obra personal y única. La vamos a echar de menos, pero su cine y su memoria no permitirá que la olvidemos.