Después de hacer "El capital humano", un thriller negro de tonalidades frías y sarcásticas, ¿podemos decir que con esta nueva película vuelves a la comedia de tonos más cálidos? ¿O por el contrario se trata de una película aún más dramática teniendo en cuenta que se abordan temas como las enfermedades mentales?.
Teníamos entre manos una docena de páginas de un tema cuyas protagonistas son dos pacientes psiquiátricas con personalidades opuestas que, por casualidad, se escapan juntas de la clínica donde están. En el mundo exterior, el rechazo a plegarse a las medidas de seguridad y a las limitaciones del tratamiento se convierte en una serie de andanzas eufóricas e interminables.
¿Entonces podemos decir que se trata de una comedia de aventuras?
Yo quería hacer una comedia divertida y humana, una historia que, en algún momento, terminara pareciéndose a un cuento, o a un trip abiertamente psicodélico, pero con sentido. También queríamos hablar de la injusticia, la opresión, el martirio de las mujeres estigmatizadas, frágiles, despreciadas, condenadas y encerradas. Pero sin convertirlo en un panfleto. Buscábamos briznas de felicidad, o al menos de euforia, a pesar del confinamiento. ¿Se puede sonreír o incluso reír contando el sufrimiento, o resulta indecente o escandaloso? Esperemos que sí, porque en el fondo eso es lo único que me interesa cuando hago una película. Por ejemplo, en esta película, he rodado una escena que considero una de las más feroces de mi carrera. Sin embargo, he tratado de contarla con cierta alegría. En mi opinión era la única forma de hablar de un tema tan terrible como misterioso.
¿Puedes hablarnos del guión, que esta vez has escrito con Archibugi?
Antes de lanzarnos a escribir el guión, empezamos entrevistándonos con psiquiatras y psicoterapeutas y les pedimos recorrer con ellos el mundo de los establecimientos hospitalarios. Conocimos a todo tipo de pacientes: catatónicos, histéricos, melancólicos, desagradables, paranoicos, prolijos. Y yo añadiría: lo mismo que en la vida cotidiana. Entre ellos también había personas que las instituciones, los jueces y los servicios sociales habían considerado peligrosos porque habían cometido delitos y corrían el riesgo de ser internados en hospitales psiquiátricos penitenciarios. Nos encontramos con muchos Beatrices y Donatellas. Uno no puede dejar de hacerse preguntas estúpidas y convencionales: ¿Qué trastorno sufren? ¿Qué enfermedad tienen? ¿Son bipolares? ¿Depresivos? ¿Borderline? Al centrarse en las historias de cada uno, hurgando en sus vidas a menudo tumultuosas, encontramos gran parte de esta trama apasionante porque precisamente, la identidad de esas personas no la define un informe médico, el nombre de una enfermedad o los medicamentos prescritos. Nosotros queríamos adoptar sus puntos de vista. Y adoptar el punto de vista de Beatrice y Donatella, significa reconocer la importancia de sus historias, hechas de tribulaciones, abusos sufridos y perpetrados... una historia que en muchos aspectos puede parecer divertida, delirante o cómica. Nos enamoramos de ellas cuando escribimos sus historias, cuando las filmamos porque nos hacían reír, porque incluso durante el rodaje, cuando se convirtieron en dos seres de carne y hueso, transmitían una alegría misteriosa, irresistible y contagiosa. Y aunque es cierto que en esta película hemos escenificado momentos oscuros, desoladores y a veces violentos, también me dio la impresión de que nunca había filmado tanta exaltación, embriaguez e hilaridad.
Cuéntanos algo de la Villa Biondi... ¿Este establecimiento existe en la realidad?
Cuando buscábamos localizaciones, visitamos lugares donde se trataba a los pacientes de forma expeditiva: los sedaban, los ataban con correas o se olvidaban de ellos directamente. Pero también encontramos sitios maravillosos llenos de energía, donde se ponían en práctica proyectos de reinserción, que van más allá de la vigilancia y donde la vida es llevadera. Sobre todo, conocimos a muchos médicos, psiquiatras, psicoterapeutas, personal de enfermería, voluntarios y motivados, competentes y apasionados, cuya dedicación era total y conmovedora, a pesar de la carencia de estructuras y personal adecuado. Creamos la Villa Biondi inspirándonos en los elementos observados en las colinas de Pistoia, en los viveros donde trabajan personas que vienen de un centro como éste. En la Villa Biondi, también hay una trabajadora social, escéptica, obtusa y autoritaria, reglas estrictas y una parafernalia de medicamentos que dan ganas de fugarte. Sin embargo, quisimos imaginar un lugar acogedor al que nos gustaría volver.
Háblanos de Valeria Bruni-Tedeschi y Micaela Ramazzotti, las intérpretes de Beatrice y Donatella: ¿Pensaste en ellas desde el principio?
Nunca hubiera realizado "Locas de alegría" sin Valeria y Micaela. La primera inspiración nació de una situación que observé de lejos mientras caminaban por la hierba, el barro y la nieve. Estábamos rodando "El capital humano" y Micaela había venido de visita el día de mi cumpleaños. Yo estaba rodando la última toma antes del receso para comer. Y vi, justo donde están las caravanas de los actores y de la producción, a Valeria llevándose a Micaela al puesto del catering. Valeria llevaba un vestido dorado y elegante, tacones, mientras que Micaela la seguía con dificultad, con una mezcla de confianza y desconcierto. El terreno era inaccesible y estaba embarrado por la nieve derretida y de repente, Valeria le tendió la mano a Micaela para ayudarla. Fue en ese instante cuando tuve una repentina necesidad de dirigir la cámara hacia esas dos chicas tan misteriosas, bellas, divertidas y puede que algo locas.
Dos protagonistas femeninas, una clínica que admite sólo a mujeres... ¿Por eso quisiste escribir la película con una coguionista?
Siempre he estado muy interesado en los personajes femeninos, como lector y como espectador. De Madame Bovary a Anna Karenina, existe una literatura que se inspira en el espíritu femenino. También pienso en Carlo Cassola, y en el cine de Pietrangeli, Scola, Woody Allen... Aunque tengo que reconocer que contar con Francesca resulto muy útil. Es algo que queríamos hacer hace mucho tiempo, y en cierto sentido ya lo habíamos hecho de forma no oficial cuando fuimos alumnos de Furio Scarpelli en el Centro Sperimentale. En 1987, Francesca ya había rodado su primera película, cuando yo todavía estaba en la escuela. Nos habíamos acostumbrado a intercambiarnos guiones, a analizarlos y seguimos haciéndolo. Pero nunca habíamos escrito una película juntos y este proyecto me parecía perfecto. Compartimos muchas pasiones políticas, narrativas y psiquiátricas. Hemos tenido experiencias con amigos y parientes algo locos, y puede que ambos atraigamos a chiflados, psicóticos y trastornados de todo tipo.
¿Entonces podemos decir que "Locas de alegría" es una película terapéutica?
Todas las películas son una terapia. Ayudan aunque no me atrevo a decir que curan. Pero sirven para soportar mejor las cosas de la vida, sobre todo si sacan a la luz la comedia que se esconde tras el drama y la tragedia.
Entrevista realizada por Fabrizio Corallo