George Tabori
Dirección: Helena Pimenta
Producción: Teatro de La Abadía | Ur Teatro | Teatre Principal de Palma de Mallorca
Duración aproximada: 90 min
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Helena Pimenta
Adjunto a la dirección: José Tomé
Traducción: Víctor-León Oller
Escenografía: José Tomé y Marcos Carazo
Vestuario: Mónica Teijeiro
Iluminación: Nicolás Fischtel
Espacio sonoro: Ignacio García
Asesora de movimiento: Nuria Castejón
Ayudante de dirección: Noé Denia
Producción: Teatro de La Abadía, Ur Teatro, Teatre Principal de Palma de Mallorca
Colabora: Centro Sefarad-Israel
CRÍTICA
De la mano de Juan Mayorga, el Teatro de la Abadía recupera “Coraje de madre”, un texto de George Tabori, inédito en España. El autor húngaro nos cuenta la detención de su madre en Budapest una mañana de agosto de 1944 cuando se dirigía a jugar a las cartas con su hermana. Una mañana sin nubes, un día cualquiera.
Elsa Tabori, una mujer elegante cuyo único elemento diferencial es ser portadora de una estrella amarilla cosida en su chaqueta, es apresada por dos policías. Una mujer que dejó de cantar cuando se puso el distintivo que la señalaba como judía. Una madre de la Europa del Este viviendo el antisemitismo en el mismo centro del continente. En las 24 horas siguientes de ese crucial día de agosto, más de 4.000 personas fueron conducidas a la estación Oeste de la capital de Hungría para su deportación al campo de concentración de Auschwitz, lugar donde sí falleció el padre y algunos familiares de Tabori. El tren se detiene en la frontera con Polonia y Elsa finge haber olvidado el salvoconducto que la libraría de una muerte segura. El oficial que realiza los controles le propone huir mientras él va al lavabo.
El texto surge de las conversaciones entre el autor y su madre diez años después de que los hechos ocurriesen y ella le pide que haga algo artístico, que dé testimonio de lo sucedido. La representación del teatro de la memoria es complicada y más si hablamos de la Shoa. El teatro de Tabori se basa en la elección de situaciones extravagantes, un rechazo al naturalismo y un humor mordaz omnipresente. El autor pensaba que es ingenuo, incluso obsceno, intentar representar el holocausto de un modo realista. La función se sitúa en el extremo opuesto a propuestas cinematográficas como “La lista de Schindler” o “La zona gris”.
Se hace patente en la puesta en escena la delicadeza con la que la directora Helena Pimenta ha trabajado con los actores a la hora de representar a las víctimas. El personaje de Elsa Tabori está magistralmente interpretado por Isabel Ordaz. Las confusiones en el corazón del personaje que interpreta Isabel se reflejan al lidiar con unos sentimientos contradictorios que experimenta la persona que es liberada por el verdugo de cientos de personas incluyendo a su familia y con la culpabilidad del que sobrevive a la catástrofe. Es material sentimental de alto voltaje. Pimenta se enfrenta al reto de representar lo irrepresentable, de convertir a una mujer anónima en una heroína que da voz a miles de personas que murieron en los campos de exterminio nazis a través del diálogo con su hijo.
El mejor teatro del Holocausto es aquel que es capaz de que sintamos lástima por las víctimas, desde luego, pero también aquel que hace que el espectador mire a su alrededor y paralelamente dentro de si preguntándose por los resquicios del verdugo que podemos albergar en nosotros mismos. Lo que Hannah Arendt denominó “la banalidad del mal” en el juicio contra Eichmann, al sostener que el oficial de las SS era un burócrata al servicio de la maquinaria nazi y no un asesino cruel. El teatro del Holocausto jamás podrá cancelar la deuda, sino recordar que esa deuda jamás podrá ser pagada. Cada función es una derrota del autoritarismo, un grito contra la impunidad de los ejecutores.
Tabori nos descoloca como espectadores, nos hace partícipes de la memoria que muchas veces es traicionera, como el personaje de la madre le recuerda en un momento dado de la función a su hijo: “tiendes a la exageración y al embellecimiento”. Pere Ponce, alter ego de George Tabori, es el encargado de armar el testimonio de las víctimas, el poeta que mira y da voz a los que sufrieron las consecuencias de la solución final.
Esa pugna entre la madre que experimentó y el hijo que narra lo experimentado por ella, nos transporta por la función con la presencia del resto de los personajes, policías, soldados, etc. interpretados por David Bueno, Xavi Frau y Sacha Tomé. El conflicto entre lo real y lo contado, lo vivido y la ficción en un duelo interpretativo de alto nivel entre Isabel Ordaz, que aúna con maestría autoridad y ternura y Pere Ponce, contrapunto perfecto.
En otro momento, un deportado pide papel y bolígrafo para escribir al rabino de Nueva York mientras que Elsa se dirige a Dios para pedirle que la próxima vez elija a otro pueblo. El humor en Tabori no es un tapón emocional. Desarma al espectador para que, ante la visión de las injusticias, ya con las defensas bajas, le forme un nudo en la garganta.
La representación se complementa con una exposición en el ambigú del teatro de la Abadía con fotografías en las que podemos ver al propio autor representándose a sí mismo en el estreno de la obra en Munich, en el año 1979. Además, hay extractos del documental “George Tabori - El escritor como extranjero”, sumado a la proyección el día 3 de marzo en la Filmoteca española del largometraje “Yo confieso” de Alfred Hitchcock cuyo guión fue escrito por Tabori.
En definitiva, una muestra de humor e inteligencia contra la barbarie, una batalla que nos recuerda en palabras de Elsa Tabori que el asesinato empieza cuando el dolor es incapaz de mojarte las bragas.